Imagen de resonancia magnética del
cerebro humano. / UCLA- Human Connectome Project
Pequeños detalles rescatados del olvido
ELPAIS.COM
Si uno va por la calle y presencia un
accidente horrible, es seguro que ese recuerdo se le grabará a fuego durante
meses y años sin que pueda hacer nada por disiparlo; si no hay accidente,
pasear por la misma calle será probablemente una rutina soporífera de caras
desconocidas, coches parados en los semáforos y escaparates sin mayor interés.
Nuestro cerebro también registra todo eso, pero de una manera muy débil y destinada
al olvido en pocas horas. Pero supongamos ahora que al día siguiente te enteras
de que, exactamente a la misma hora que tú paseabas por allí, se daba a la fuga
un asesino que vestía un abrigo de espiguilla: en ese momento tu recuerdo del
hombre con abrigo de espiguilla se hace nítido, robusto y tan duradero como el
del horrible accidente. De pronto recuerdas no solo su abrigo, sino también su
cara, sus zapatos, su forma de andar y el portal exacto del que salía. ¿Cómo
hace eso nuestro cerebro? ¿Dónde estaban archivados todos esos datos antes de
que supieras que eran importantes?
La psicóloga Elizabeth Phelps
y sus colegas de la Universidad de Nueva York presentan
la respuesta en Nature. La inmensa mayoría de la experiencia solo
nos deja leves rastros. Pero lo más común es que no sepamos qué parte de la
experiencia rutinaria acabará siendo importante, para la supervivencia
o para alguna otra cosa. Phelps y su equipo revelan ahora que los recuerdos
rutinarios se vuelven grabados a fuego cuando experiencias posteriores
relacionadas tienen una implicación emocional. Es la primera evidencia en
humanos de este tipo de consolidación retroactiva de memorias, que los
científicos denominan, de manera algo oscura, “etiquetado del comportamiento”.
“Nuestro trabajo”, dice Phelps, “aporta
evidencias de un mecanismo generalizado de refuerzo memorístico retroactivo,
por el que la información irrelevante puede ser retroactivamente reconocida
como relevante, y por tanto recordada selectivamente, si otra información
relacionada conceptualmente adquiere notoriedad en el futuro”. En el futuro no
muy lejano, cabría añadir, porque los investigadores solo han tomado datos a un
máximo de 24 horas tras los hechos iniciales. Si el mecanismo funciona más
tarde, no hay datos que permitan afirmarlo.
Los científicos no han utilizado calles
atestadas y asesinos para su experimento de psicología humana. Obtener datos
significativos y expresables en esta disciplina escurridiza requiere
simplificar mucho las cosas. El papel de la calle llena de gente lo representa
una serie de 60 fotos que pueden representar herramientas o animales. El
conocimiento, al día siguiente, de que había un asesino en la calle
consiste en otra serie de 60 fotos distintas donde una de las dos categorías
–herramienta o animal— va asociada a una desagradable descarga eléctrica en la
muñeca del voluntario. Esta es la parte mala de presentarse voluntario a un
estudio de psicología experimental (la buena suelen ser unos cuantos créditos
para superar el curso). Y el resultado es aún otras serie de fotos donde se
mide el efecto pauloviano de ver una herramienta o un animal, por
ejemplo por el sudor que produce ver un tipo de foto u otro.
En el fondo, sin embargo, el experimento
real es más significativo y sutil que el ejemplo del asesino, donde el abrigo
de espiguilla representaba un nexo muy concreto y literal. En el experimento
real, las fotos no se repiten nunca y, por tanto, el único nexo que puede usar
el cerebro para reforzar la memoria es de más alto nivel: una categoría
abstracta (herramienta o animal). Es la asociación de esa categoría abstracta
con el choque emocional (o eléctrico, más bien) lo que permite reforzar el
antiguo recuerdo.
Phelps y sus colegas conjeturan que las
memorias débiles que se forman inicialmente –antes de saber que alguno de ellos
es importante— llevan una especie de etiqueta asociada (por ejemplo, la que las
categoriza como una herramienta), y que el estímulo emocional posterior tira
de esa etiqueta para recuperar el recuerdo completo, como la cereza que tira de
todo el ramillete.
Por el momento son conjeturas
psicológicas, pero plantean experimentos muy concretos que pueden aclarar en el
futuro en qué redes neuronales concretas se basan esas etiquetas y esos
ramilletes conceptuales. La neuroimagen estará entonces tras la pista del
asesino.
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