terça-feira, 16 de setembro de 2014

Ebola. El virus de las buenas personas





El ébola se ha cebado con los que siguieron junto a sus familiares, no con los que huyeron
Los médicos que se negaron a abandonar sus puestos también han sufrido la enfermedad
Un estudio de la universidad de Oxford habla de su expansión por 18 países de Áfrca

ALBERTO ROJAS Enviado especial Conacry (Guinea)
ELMUNDO.ES

La enfermedad los zarandea de tal forma que los pacientes que consiguen curarse salen caminando con las piernas temblorosas, sin expresión alguna, masticando el espanto de haber visto morir a sus vecinos de cama, con los ojos vacíos, desgreñados, como si le hubieran dado a la muerte un beso de tornillo. La gente sale sudando de calor y miedo y una hediondez pegajosa lo impregna todo. Es casi como volver a nacer, pero el tránsito es doloroso.
Isata, de 22 meses de edad, entró en el hospital hace tres semanas acompañada de su madre, su hermana mayor y un oso de peluche. Hace unos días salió sola de la zona de aislamiento. Sus parientes, que intentaron cuidarla hasta el final, murieron carcomidos por el ébola y su mascota tuvo que ser incinerada para que no contaminara a nadie. Pero ella, contra todo pronóstico, ha sobrevivido y hoy es la paciente más joven en recuperarse de la enfermedad desde que fue reconocida en el Congo allá por 1976. Cuando los médicos vieron que sus pruebas de ébola ya daban negativo un grito de alegría y rabia recorrió el centro. Cada superviviente es una pequeña victoria, pero el triunfo con Isata tiene un valor simbólico en esta guerra contra el virus.
La historia de Isata, huérfana del ébola (ahora ya está cuidada por Save the Children) representa hasta qué punto esta es la enfermedad de las buenas personas. Cuando ella se infectó en Kailahun (Sierra Leona) muchos familiares y vecinos huyeron asustados pensando sólo en su propio interés. Sólo un puñado de samaritanos, incluidos su hermana y su madre, permanecieron junto a ella en un gesto de generosidad que les costó la vida.
La de Isata es la misma historia que la del 'paciente cero' de este brote del África Occidental, pero con final feliz. Cuando la plaga llegó a uno de los barrios de Guéckédou, en la parte guineana de la triple frontera con Liberia y Sierra Leona, los vecinos comenzaron a huir. Había algo en el ambiente que andaba envenenando y matando gente, pero nadie sabía a qué se enfrentaban. El primero en infectarse fue un niño de dos años de edad, aunque nadie ha llegado a averiguar si le mordió el murciélago que transmite el virus o comió carne de mono contaminada, otro de los animales que puede transmitirlo. Sus padres lo llevaron a un curandero local que intentó sanarlo. Pocos días después murieron sus parientes y este chamán, en cuyo funeral se contagiaron 12 pacientes más.
Uno de ellos era de la vecina Sierra Leona, así que cuando lo enterraron en su tierra se infectaron 14 de las mujeres que limpiaron y amortajaron con mimo el cadáver... Así el virus saltó a un segundo país. Después a Liberia, Nigeria, Senegal... Sólo se contagiaron los médicos que decidieron seguir en sus puestos a pesar de que sabían que estaban atendiendo a pacientes sin guantes ni mascarilla, desnudos ante el virus. Sólo en Guinea han muerto 26 trabajadores sanitarios sin contar con los enterradores, que preparando y desinfectando a los muertos también han perdido su vida por evitar que otros la pierdan.
A partir de ahí se desataron las especulaciones. Unos dicen que es una especie de demonio importado por los blancos. Otros aseguran que se trata de una estrategia del gobierno para desestabilizar el país, otros creen que el ébola no existe y que se trata de una confabulación. Tampoco los medios sensacionalistas ayudan: el principal diario de Liberia acusaba ayer a EEUU de infectar a la población para realizar un experimento. El caso es que es difícil que los mensajes de prevención calen en una población con un 80% de analfabetismo.
Por eso tanto los ministerios de la salud de los países implicados como los responsables de Médicos Sin Fronteras tienen claro que los muertos reales superan con mucho las estadísticas oficiales de la OMS. Que ha fallecido gente oculta en sus casas por medio al estigma y que han sido enterrados en tumbas sin nombre. "Por eso han resultado devastadoras las medidas de cuarentena, toques de queda o de cierre de barrios enteros, como West Point, en Liberia. La gente no podía sacar a sus familiares enfermos y eso provocó que mucha más gente se contagiara", dice Louis Annaud, de Médicos Sin Fronteras.
Junto a un pequeño puerto de pescadores de Conacry una autoridad médica del país avisa: "Van a morir cientos de miles de personas". Ha venido a visitar a Amadou, el chico con el que empezaba esta serie, que acaba de salir del hospital Donka ya recuperado del ébola con sólo 14 años.
La universidad de Oxford acaba de publicar un estudio en el que realiza una proyección de la expansión del virus por 18 países africanos, con especial incidencia en Camerún, Gabón, República Centroafricana y Congo, que tiene su propio brote también en marcha. Hasta que la enfermedad no afectó a los médicos bancos nadie hablaba de vacuna o tratamiento, pero apareció el Zmapp y algún otro remedio experimental. Ahora la OMS y las farmacéuticas han acelerado la investigación de un fármaco que en cualquier caso llegará tarde. "Necesitamos una legión de doctores, hospitales de campaña, trajes especiales, formación para nuestro personal... Si no llega nada de eso vamos a perder la batalla", dice el doctor guineano Keita Mamady. ¿Qué hará el Gobierno español, o Europa, o Rusia, o China, o EEUU, o los países ricos del golfo pérsico para evitar que se convierta en la plaga del siglo?
Imagem: Isata, de 22 meses, la paciente más joven en recuperarse del ébola. SEBASTIAN STEIN MSF

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