El ébola se ha
cebado con los que siguieron junto a sus familiares, no con los que huyeron
Los médicos que
se negaron a abandonar sus puestos también han sufrido la enfermedad
Un estudio de la
universidad de Oxford habla de su expansión por 18 países de Áfrca
ALBERTO
ROJAS Enviado especial Conacry (Guinea)
ELMUNDO.ES
La enfermedad los zarandea de tal forma
que los pacientes que consiguen curarse salen caminando con las piernas
temblorosas, sin expresión alguna, masticando el espanto de haber
visto morir a sus vecinos de cama, con los ojos vacíos, desgreñados, como si le
hubieran dado a la muerte un beso de tornillo. La gente sale sudando de calor y
miedo y una hediondez pegajosa lo impregna todo. Es casi como volver a nacer,
pero el tránsito es doloroso.
Isata, de 22 meses de edad, entró en el
hospital hace tres semanas acompañada de su madre, su hermana mayor y un oso de
peluche. Hace unos días salió sola de la zona de aislamiento. Sus
parientes, que intentaron cuidarla hasta el final, murieron carcomidos por el
ébola y su mascota tuvo que ser incinerada para que no contaminara a
nadie. Pero ella, contra todo pronóstico, ha sobrevivido y hoy es la
paciente más joven en recuperarse
de la enfermedad desde que fue reconocida en el Congo allá por 1976.
Cuando los médicos vieron que sus pruebas de ébola ya daban negativo un grito
de alegría y rabia recorrió el centro. Cada superviviente es una pequeña
victoria, pero el triunfo con Isata tiene un valor simbólico en esta guerra
contra el virus.
La historia de Isata, huérfana del ébola
(ahora ya está cuidada por Save the Children) representa hasta qué
punto esta es la enfermedad de las buenas personas. Cuando ella se
infectó en Kailahun (Sierra Leona) muchos familiares y vecinos huyeron
asustados pensando sólo en su propio interés. Sólo un puñado de
samaritanos, incluidos su hermana y su madre, permanecieron junto a ella en un
gesto de generosidad que les costó la vida.
La de Isata es la misma historia que la
del 'paciente cero' de este brote del África Occidental, pero con final feliz.
Cuando la plaga llegó a uno de los barrios de Guéckédou,
en la parte guineana de la triple frontera con Liberia y Sierra Leona, los
vecinos comenzaron a huir. Había algo en el ambiente que andaba envenenando y
matando gente, pero nadie sabía a qué se enfrentaban. El primero en infectarse
fue un niño de dos años de edad, aunque nadie ha llegado a averiguar si le
mordió el murciélago que transmite el virus o comió carne de mono contaminada,
otro de los animales que puede transmitirlo. Sus padres lo llevaron a
un curandero local que intentó sanarlo. Pocos días después murieron sus
parientes y este chamán, en cuyo funeral se contagiaron 12 pacientes
más.
Uno de ellos era de la vecina Sierra
Leona, así que cuando lo enterraron en su tierra se infectaron 14 de las
mujeres que limpiaron y amortajaron con mimo el cadáver... Así el virus saltó a
un segundo país. Después a Liberia, Nigeria, Senegal... Sólo se
contagiaron los médicos que decidieron seguir en sus puestos a pesar de que
sabían que estaban atendiendo a pacientes sin guantes ni mascarilla,
desnudos ante el virus. Sólo en Guinea han muerto 26 trabajadores sanitarios
sin contar con los enterradores, que preparando y desinfectando a los muertos
también han perdido su vida por evitar que otros la pierdan.
A partir de ahí se desataron las
especulaciones. Unos dicen que es una especie de demonio importado por
los blancos. Otros aseguran que se trata de una estrategia del
gobierno para desestabilizar el país, otros creen que el ébola no existe y que
se trata de una confabulación. Tampoco los medios sensacionalistas ayudan: el
principal diario de Liberia acusaba ayer a EEUU de infectar a la
población para realizar un experimento. El caso es que es difícil que
los mensajes de prevención calen en una población con un 80% de analfabetismo.
Por eso tanto los ministerios de la
salud de los países implicados como los responsables de Médicos Sin Fronteras
tienen claro que los muertos reales superan con mucho las estadísticas
oficiales de la OMS. Que ha fallecido gente oculta en sus casas por
medio al estigma y que han sido enterrados en tumbas sin nombre. "Por eso
han resultado devastadoras las medidas de cuarentena, toques de queda o de
cierre de barrios enteros, como West Point, en Liberia. La gente no podía sacar
a sus familiares enfermos y eso provocó que mucha más gente se
contagiara", dice Louis Annaud, de Médicos Sin Fronteras.
Junto a un pequeño puerto de pescadores
de Conacry una autoridad médica del país avisa: "Van a morir cientos de
miles de personas". Ha venido a visitar a Amadou, el chico con el
que empezaba esta serie, que acaba de salir del hospital Donka ya recuperado
del ébola con sólo 14 años.
La universidad de Oxford acaba de
publicar un estudio en el que realiza una proyección de la expansión
del virus por 18 países africanos, con especial incidencia en Camerún,
Gabón, República Centroafricana y Congo, que tiene su propio brote también en
marcha. Hasta que la enfermedad no afectó a los médicos bancos nadie hablaba de
vacuna o tratamiento, pero
apareció el Zmapp y algún otro remedio experimental. Ahora la OMS y las
farmacéuticas han acelerado la investigación de un fármaco que en cualquier
caso llegará tarde. "Necesitamos una legión de doctores,
hospitales de campaña, trajes especiales, formación para nuestro personal...
Si no llega nada de eso vamos a perder la batalla", dice el doctor
guineano Keita Mamady. ¿Qué hará el Gobierno español, o Europa, o Rusia, o
China, o EEUU, o los países ricos del golfo pérsico para evitar que se
convierta en la plaga del siglo?
Imagem: Isata, de 22 meses,
la paciente más joven en recuperarse del ébola. SEBASTIAN
STEIN MSF
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