terça-feira, 16 de setembro de 2014

Ebola. Un ejército de 'intocables'





El 40% de los pacientes logra superar la enfermedad, pero sufren la estigmatización

ALBERTO ROJAS Enviado especial Comuna de Ratoma (Conakry)
ELMUNDO.ES

No supo que tenía el virus hasta que se libró de él. "Mejor así. De haber sabido que tenía el ébola me hubiera rendido, porque aquí todos pensábamos que cuando alguien te contagia esta enfermedad te mueres seguro". Fanta, una de las primeras infectadas de este brote, a primeros de marzo, ahora ya sabe que ella forma parte de ese 40% que supera esta enfermedad y asegura que ha vuelto a nacer, pero no se siente cómoda en su piel. Esta segunda vida de regalo tiene una existencia oscura: "Nadie me quiere junto a él. Afirman que estoy maldita, que puedo contagiarlos a todos y no se fían de que me haya curado. Es como si fuera intocable. Me han echado de la aldea".
Como no sabía dónde ir, Fanta decidió volver al único sitio donde nadie la estigmatizaría por haber tenido ébola: el hospital Donka, en el que viven y mueren el resto de infectados. ¿Cómo van a despreciarla aquellos que están pasando por lo mismo que pasó ella? "Yo era profesora en un colegio. Cuando el director se enteró me llamó y me dijo que no me atreviera a volver por allí. No volver a dar clase a los niños puedo entenderlo, pero no la violencia con la que me lo dijo".
Los responsables de Médicos Sin Fronteras vieron pronto su potencial para motivar al resto de pacientes, ya que ella había superado el virus. Además, su cuerpo ha generado los anticuerpos necesarios para quedar blindada ante otro contagio. Es imposible que vuelva a enfermar de ébola. Es una "inmortal", como dicen ellos, alguien a quien el demonio del virus ya no puede tocar: "Me ofrecieron trabajar ayudando al resto de pacientes junto a mi hermano Ibrahim, que también se curó. Dije que sí inmediatamente".
Reclutados para ayudar
Hoy Fanta e Ibrahim forman parte de ese grupo de médicos, enfermeros, higienistas y psicólogos que penetra a diario en la zona de exclusión de pacientes. Aunque no pueden volver a contagiarse, tienen que llevar el traje igual que el resto para no penetrar en el recinto con otra enfermedad común que pueda empeorar el estado de los pacientes de ébola. Para un enfermo pillar una gripe puede suponer un final anticipado.
Su ejemplo ha llevado a MSF, una de las pocas organizaciones médicas que combaten a este leviatán microscópico sobre el terreno, a intentar reclutar a todos y cada uno de los que se han ido curando. Por eso, mientras Fanta anima dentro de la zona de exclusión a varios enfermos que se encuentran en algún lugar entre la vida y la muerte, Louise Annaud, una trabajadora de MSF, trata de reclutar a 16 supervivientes del brote de Conacry explicándoles que su ayuda es imprescindible para detener la expansión del virus, ya que ellos conocen mejor que nadie a lo que se enfrentan. Y todos han dicho que sí. Pierre, un estudiante universitario que siente que nunca acabará su carrera de Derecho, a segura que se siente "comprometido a luchar por la patria en estos momentos importantes". "Todos nosotros hemos sufrido un enorme 'shock' y colaborar con otros pacientes es la mejor manera de superarlo".
Entre ellos está Valerie, una pequeña guineana que se impuso a las fiebres. Ya en su paupérrima casa de la comuna de Ratoma, uno de los barrios más pobres de la ciudad, reconoce que su vida "ha cambiado por completo". "Los niños de la familia no van al colegio porque no los aceptan. No podemos salir a comprar porque nos evitan. Se acabó la relación con nuestros vecinos. Ya nadie viene aquí", dice.
Devastación física y mental
El psicólogo que trató a Valerie, el doctor Keita Mamady, cuyo sueldo tiene que complementar la organización Save the Children para que no alcance cifras de miseria, afirma que la mayoría de los supervivientes sufre una fuerte depresión al recibir el alta. "La mayoría de los que sobreviven a la enfermedad salen física y mentalmente devastados, y luego cuando abandonan el centro la estigmatización agrava esa sensación de soledad". Casi ningún familiar viene a verles en un triple desprecio: en en parentesco más directo, en el trabajo y en la comunidad. Si tenían un empleo, los supervivientes se quedan en paro. Es una especia de prórroga envenenada con la que ellos no contaban. No es casual: el 80% de la población guineana es analfabeta.
El Gobierno de Guinea también les ha pedido a todos su colaboración para ir a la radio nacional y a la televisión a que cuenten su caso y poder así convencer a la población de que el ébola es algo real, y no una maniobra política como muchos creen. En esa reunión los 16 al unísono contestan al enviado del Ministerio de Salud que acudirán a la radio las horas que haga falta, pero que se olviden de dar la cara ante las cámaras.
Fanta insiste a todos los pacientes que lo importante es que no dejen de comer aunque luego vomiten toda la comida después. "Al menos te mantiene con un hilo de vida. Y luego están las transfusiones. Yo no se cuantos litros me metieron en el cuerpo. Ahora les miro y me veo reflejada en ellos. ¿Cómo pude soportar tanto dolor?".
Imagem: Fanta, superviviente del ébola estigmatizada en su barrio y reclutada por MSF en Conakry. ALBERTO ROJAS


Sem comentários:

Enviar um comentário